Tarde de viernes en el consultorio, se termina la semana. Miro la ficha y entra Enriqueta, pisando los 70 años. Me trae unos estudios, los reviso y mientras los copio en la ficha me dice “me podría dar algo para dormir”. Dejo de lado lo que estoy haciendo y le pregunto ¿qué le pasa doña? Muy lentamente comienza a aflojarse y con su mejor cara me dice “lo que pasa es que ando muy nerviosa, la situación me tiene mal. Cobro $ 8.500 de jubilación, saqué un préstamo para unos arreglitos de la casa, pero me enfermé y gasté eso en los estudios que no me entraban por la obra social. Estoy trabajando en dos casas de familia, en tareas de limpieza, pero no puedo hacer mucho porque no me da el cuerpo, además saco muy poco con eso”. A medida que el relato avanza, su mirada demuestra la angustia contenida. “Subió tanto la luz y la garrafa de gas, uno va a la verdulería y una bolsita son 150 pesos. Me acuesto de noche y trato de dormir, pero no puedo”. Para rematar con